Bombay: Una vez es una maravilla. Dos veces es una afirmación.
A estas alturas ya sabemos que Carlos Alcaraz es una maravilla, pero esto sí que fue una afirmación.
De defender su corona derrotando al mismo grande en la final. De silenciar a un campeón de 24 Grand Slams hasta someterlo. De crecer rápidamente en estatura al ganar cuatro Grand Slams a los 21 años, algo que ni siquiera los tres grandes del tenis masculino habían logrado.
Si el triunfo de Alcaraz en Wimbledon 2023 marcó el cambio de guardia en el tenis masculino, su defensa en 2024 fue un sello significativo. Alcaraz venció a Djokovic por 6-2, 6-2, 7-6(4) el domingo en una final en la que su clase fue tan omnipresente que dejó al siete veces campeón asombrosamente desorientado.
“Definitivamente estuvo muy caliente hoy”, se rió Djokovic en la cancha.
El español ha estado en racha en los últimos meses, sumando un segundo título importante en césped a su primer título en tierra batida en París. Es apenas el sexto hombre en lograr el doblete Roland Garros-Wimbledon en la misma temporada y el primero desde Djokovic en 2021.
Alcaraz no había estado en su mejor momento en Wimbledon, pero cuando llegó el gran día, fue una bestia. Su servicio fue sublime, su derecha intimidó al serbio y la variedad de sus tiros iluminó la velada londinense. La única vez que Alcaraz pareció frágil fue cuando, con un 40-0 al servicio del título, desperdició tres puntos de campeonato y le rompieron el servicio.
Momentos como estos suelen quedarse grabados en la mente de los jóvenes, pero, una vez más, Alcaraz demostró por qué no es un joven de 21 años común y corriente en este deporte. Minutos después, en el tiebreak, cuando llegó el cuarto punto de campeonato, Alcaraz sonrió. Y esta vez sacó cuando el revés de Djokovic se estrelló en la red.
“Veía tan lejos”, dijo Alcaraz sobre sus pensamientos a poca distancia de la línea de meta.
Finalmente lo superó, como ya hizo en todas las finales de Grand Slam que ha disputado hasta ahora. Alcaraz nunca ha caído cuando más se juega. Y, desde el primer minuto del choque del domingo, nunca pareció que fuera a cambiar eso.
En la final del año pasado, Djokovic eliminó a Alcaraz en el primer set en apenas 34 minutos. Este año, el primer juego duró 14 minutos. Este Alcaraz era diferente: estaba concentrado desde el primer strike. Y fue un gran strike.
Al optar por recibir, Alcaraz creó tres puntos de quiebre, dando una muestra temprana de su ritmo sedoso mientras tomaba a Djokovic desprevenido en la red. Primero, con un golpe de derecha banana que pasó el aguijón hacia el estirado serbio. Segundo, con un golpe de derecha en ángulo que pasó el ganador de la devolución tras el segundo servicio. Tercero, con un revés cruzado ganador de la devolución. Djokovic logró salvarlos todos con primeros servicios de calidad, y luego otro. Hasta que en la quinta oportunidad de pedir repetidamente y golpear sin descanso, Alcaraz irrumpió.
Y luego, en poco tiempo, le cerró la puerta a Djokovic.
Sin embargo, la táctica de Djokovic fue un poco desconcertante. Djokovic, maestro en dictar desde la línea de fondo sin importar quién estuviera frente a él, avanzaba rápidamente y se situaba en la red. En el quinto juego, había corrido hacia la red 10 veces y, en la mayoría de las ocasiones, sin éxito. Los tiros de Alcaraz pasaban zumbando junto a él y sus propias voleas se estrellaban en la red.
Tras una doble falta de Djokovic en otro punto de quiebre, Alcaraz se puso con doble quiebre. Deslumbrado en el primer set de la final de 2023 por 1-6, Alcaraz deslumbró en el primer set por 6-2 de la final de 2024.
El segundo set comenzó igual que el primero: con Djokovic sacando, cometiendo errores y Alcaraz consiguiendo un quiebre temprano que sorprendió a Djokovic en la red. El lenguaje corporal de Djokovic era monótono; sus devoluciones, sorprendentemente incluso con segundos servicios, eran débiles. Aplaudió un saque y volea ganadora de Alcaraz, pero cuando estrelló su propia volea en la red para darle a Alcaraz otra oportunidad de quiebre y entregárselo con otra doble falta, Alcaraz regresó a su silla en medio del sonido de las ovaciones y la visión de un marcador de dos sets apenas creíble.
Es en momentos y adversidades como estos que los grandes como Djokovic, que esperan un golpe mortal, encuentran algo en ellos que los llena de vida. El serbio, que está jugando su 37.ª final de Grand Slam, ya ha estado allí, y lo ha hecho, más recientemente en la final del Abierto de Francia de 2021, que ganó cuando perdía por dos sets a cero.
Hubo señales, como cuando empezó el set con un saque en mano para variar o salvó cuatro puntos de quiebre en el tercer juego para gritar “vamos” en una primera muestra real de emoción. Pero dos momentos en ese set reflejaron la superioridad mental y técnica de Alcaraz ese día.
En el segundo juego, perdiendo 15-30 con su servicio, Alcaraz corrió hacia adelante para recibir una volea de revés de Djokovic y la colocó perfectamente en la cancha abierta. Punto de presión, juego desesperado, ejecución fría como el hielo.
Luego, cuando estaba sacando para el set después de conseguir el quiebre en el noveno juego, Alcaraz cometió una doble falta con 40-0 y, al perder su primer servicio, perdió el servicio. Sin darle importancia, dos juegos más tarde ejecutó una volea que le permitió sacar el servicio del tobillo. Momentos después, con 3-3 en el tiebreak, un feroz golpe de derecha que sacó a Djokovic de la cancha fue respaldado por una hábil volea. Luego, un tiro ganador con dejada le abrió otra oportunidad de ganar el punto del campeonato.
Alcaraz sonrió y no tardó mucho en volver a estar de pie con el trofeo de Wimbledon.
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